Norber, como lo llamaban sus compañeros, era un joven del barrio; con tantos sueños como un pibe de hoy. Falleció un 12 de febrero del año 2005, en un accidente laboral, cuando se electrocutó con la mezcladora de cemento.  Se había acercado al Centro comunitario del Galpón Cultural, lugar que represento una salida ante un montón de problemas que transitaban los pibes cuando el Estado los dejaba en el olvido. Allí encontró no solo un lugar para hacer talleres, que no era algo menor, pudo alfabetizarse y aprender un oficio. Se había capacitado en albañilería.  Ese era su trabajo. Logro conformar una identidad como laburante.   Y con ello la importancia de organizarse y sobre todo poder expresarse.

(escrito de Norberto en el taller de escritura)

Norberto se acercó al galpón en la década del 90, en pleno contexto neoliberal. Para aquellos tiempos Roberto Dromi, ministro de Obras y Servicios Públicos, anunciaba en un discurso “nada de lo que es del estado permanecerá en manos del estado”. Así anticipaba el cierre de empresas, y la privatización de servicios esenciales, política económica que desarrollo el gobierno menemista. Al respecto nos cuenta Alejandro, compañero del galpón.

“Alrededor de año 94, fue cuando Norberto Salto se acerca al galpón en pleno contexto del ajuste de Cavallo, se estaban acabando las indemnizaciones de los 500 mil trabajadores del estado despedidos y la desocupación crecía fuertemente. La implementación de neoliberalismo más duro que impactaba cada vez más a la clase trabajadora. Y esa situación impactaba en las familias que ya eran una segunda generación sin trabajo con todos los derechos o en blanco como se suele decir”

El nacimiento del movimiento piquetero y años antes el espacio cultural el galpón constituyo una alternativa para Norberto. Un paso para salir de la calle, de la esquina de aquel lugar que no lo dejaba crecer y confiar en el mismo.  Fue parte de la construcción del (MTD) Movimiento de desocupados de Claypole. Solía, luego de su trabajo participar en los planes de lucha y las asambleas, Jol compañero también del galpón nos cuenta:

“solía ir y venir pero que cada vez que regresaba volvía a entusiasmarse y aportaba (…) Pensar en Norber es recordarlo en la línea de la autodefensa del movimiento. Pensar en él es acordarme de su sonrisa, su capacidad de dar cariño dentro de su vida dura y difícil, y que las malas condiciones del trabajo le arrebato seguir creciendo seguir estando con nosotros”

Su pérdida dejó una tristeza enorme para el movimiento y sus compañeros. Pero aquella angustia pronto seria transformada en más fuerzas para organizarse y luchar para que no haya más pérdidas como las de Norber, víctima de la precariedad laboral y para que todos los jóvenes puedan acercarse y ver que otras salidas son posibles.