jueves 31 de octubre de 2024 - Edición Nº2464
Frente de Organizaciones en Lucha » Género » 9 feb 2021

CABA basta de femicidios

Justicia para Esther Mamani

Desde el Frente de Organizaciones en Lucha – FOL nos solidarizamos con familiares, vecinos y compañeres de Esther Mamani, compañera del Polo Obrero en el Comedor “Elsa Rodríguez” de la Manzana 7 en la Villa 1-11-14 en el Bajo Flores. Exigimos justicia por Esther, así como asistencia real y concreta para las mujeres víctimas de violencia que reclaman la apertura de casas refugios en el barrio.


En la madrugada del domingo 24 de enero Esther Mamani, oriunda de Potosí, Bolivia, fue víctima de femicidio en la Villa 1-11-14 en el barrio porteño de Bajo Flores en la ciudad de Buenos Aires. Madre de tres hijos, Esther fue asesinada por su ex pareja, de quien se sabe su apellido, Ibarra Huanca, y que se encuentra detenido.

Vecinas y organizaciones llevaron a cabo desde ese momento diversas manifestaciones y marchas, tanto en el barrio como al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, para exigir justicia y denunciar el abandono del Estado que nunca garantizó la seguridad  de Esther, ya que Ibarra Huanca, padre de dos de sus hijos, violó varias veces la restricción perimetral que le había impuesto la justicia.

 

El Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), junto con otras organizaciones, participó de esas movilizaciones. Ana, integrante del FOL en la Villa 1-11 -14, comenta que “Esther Mamani era una compañera de Polo Obrero, de treinta y cinco años, que ya hace bastante tiempo venía sufriendo violencia de género. Ella hizo las denuncias, tenia botón anti pánico, se había decidido a separarse pero la pareja no aceptó la separación, y es por eso que la asesinó. Ella tenía las medidas que la mayoría de las mujeres que sufrimos violencia  tenemos que tomar: las denuncias, el botón anti pánico, cumplió con todos los pasos a seguir, pero nadie la protegió. Es horrible.”

El Estado es responsable

Esther no tuvo por parte del Estado las garantías suficientes para estar resguardada de la violencia de Ibarra Huanca. Ana describe esas implicancias de un sistema que no funciona y el costo lo pagan las mujeres, las trabajadoras, las migrantes que viven en villas, en condiciones precarias, de desocupación, sin tener un lugar de contención frente a las múltiples violencias, principalmente la de género.

“Nos sentimos desprotegidas, hacemos todo lo que tenemos que hacer, todo lo que nos dicen que hagamos, que denunciemos, nos dan botón anti pánico, pero no hay un seguimiento de los casos. A Esther Mamani que logró cumplir con los pasos, de todas formas el violento la mató igual.  

Nosotras tenemos muchas compañeras que sufren violencia, que también tienen botón anti pánico y nos exponemos a muchas cosas. Lo hacemos porque queremos proteger a nuestras compañeras, cosa que no hacen ni los funcionarios ni nadie, como no es la vida de ellos. Nos tratan como cualquier cosa, no son humanos. Los gendarmes no vienen rápido, vienen cuando ya te mataron, y están acá a un paso, pero no les importa. Drogas, robos, asesinatos y en cada esquina ves a un gendarme de adorno.

Los fines de semana es el momento cuando más sufren violencia las compañeras, es cuando más atentas estamos. A las compañeras que tienen botón anti pánico se les piden un  número alternativo, y cuando no contestan o se les apaga el botón, yo si soy ese número alternativo, me llaman a mí. Hace mucho tiempo que no me llamaban, y cuando ocurrió este femicidio me empezaron a llamar para saber si las compañeras estaban bien, si sabía de ellas y me decían que vaya a verla y decirle si se olvidó de prender el botón o sino mandaban un patrullero. O sea estaban más al pendiente, esos días me llamaban, estaban más atentos esos días que pasó lo de Esther, pero ahora ya se olvidaron de nuevo y ya no están interesados por las mujeres del barrio. Solo esas dos semanas nada más estuvieron atentos, porque hicimos las movilizaciones, pero ahora ya de nuevo volvió a bajar el cuidado de las compañeras.

Y eso es lo que nosotras reclamamos, el cuidado, la protección. En el barrio estamos pidiendo un refugio para las mujeres. Las mujeres no tienen dónde irse, no tienen forma de alejarse de su maltratador, porque la mayoría vivimos en una pieza y no podemos pagar un alquiler en otro lugar porque no nos alcanza el dinero. Los alquileres suben todos los días y se ven obligadas por no tener a donde ir a vivir con sus hijos a quedarse con el violento. O se  mudan acá en el mismo barrio del maltratador y entonces la encuentra en cualquier momento. El refugio que estamos pidiendo en el barrio es por todos los caso que están pasando, para todas las mujeres que hacen denuncia de violencia de género."  

Me siento impotente”, expresa Ana con mucho dolor. “Una se siente impotente cuando ve que a los de las villa nos tratan como si no tuviéremos valor, es como si no les importa que nos maten, incluso los casos de mujeres villeras maltratadas ni siquiera salen en las noticias. Esther Mamani no salió en las noticias, te apuesto a que si el caso era de una mujer del country o de Palermo si tenía relevancia. Los femicidios de la villa no son  noticia.”

Un dejo de bronca se trasluce en las palabras de Ana. Pero expresa una conciencia de cuál es la situación, además de un empuje para organizar en su barrio, junto a otras compañeras, el auto cuidado y protección que reclaman a un Estado que no escucha en cada femicidio.

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