La carrera contra la propagación del coronavirus va aumentando cada día en Argentina y otros países de la zona. El gobierno ha tomado algunas medidas que si bien son necesarias dejan al descubierto la terrible desigualdad estructural del capitalismo y cómo eso afecta a los sectores más empobrecidos. Cumplir con las medidas preventivas a raja tabla, supone el empeoramiento de las condiciones de vida para muchas personas.

Por empezar, el gobierno suspendió las clases y recomendó que todas aquellas personas que pudieran trabajar desde sus casas lo hicieran. Pero esto es casi imposible para vendedores y vendedoras ambulantes, para personas que viven de changas, para quienes trabajan en el sector productivo y que dependen de las directivas de sus patrones, para empleadas domésticas y niñeras, y para quienes ejercen la prostitución/trabajo sexual, entre otros.

En esos casos suspender por completo sus actividades implica no poder llevar un plato de comida a la mesa y ver como las posibilidades de supervivencia se recrudecen aún más. A su vez, al interrumpirse las clases, quienes cuidarán a las y los niños que se queden en casa serán principalmente las mujeres, volviendo a caer sobre ellas las tareas de cuidado.

Por otro lado, hay que remarcar que en el área de salud la mayor parte del personal que cubre tareas de enfermería, limpieza y cocina son mujeres. Estas áreas no pueden frenar su labor en este contexto y por lo tanto se encuentran sometidas a una mayor exposición, además de que debido a los recortes en el sistema de salud y a la grave crisis económica que afecta al país, la precariedad del trabajo se agrava mucho más en un contexto de mayor demanda.  

Otro aspecto a tener en cuenta es que las medidas de auto-aislamiento provocan paranoia social, angustia y stress, por lo que en el caso de mujeres que conviven con parejas violentas, se verán más expuestas al control por parte de los mismos y las situaciones de violencia pueden llegar a intensificarse.

Otro sector que se verá afectado de manera directa es la población trans y travesti. En primer lugar por la dificultad estructural para acceder a la salud, problema que va más allá de la actual pandemia y que tiene que ver con la falta de presupuesto para atender las problemáticas específicas, pero sobre todo con la falta de capacitación del personal y con diversas prácticas discriminatorias que hacen que se multipliquen las barreras simbólicas para atenderse en los hospitales públicos. A su vez, la principal fuente de supervivencia de este colectivo se desarrolla en la vía pública, por lo que la restricción de circulación las afecta aún más.

Las desigualdades también se materializan en que algunos sectores pueden generar un acopio de provisiones, generando en muchos casos el desabastecimiento, lo que redunda en que aquellas personas que solo pueden comprar lo que necesitan para el día se queden sin nada. Además el cierre de supermercados dificultad el acceso a los precios cuidados, que no siempre existen en los pequeños negocios barriales, y el uso de la tarjeta alimentaria también se verá restringido.

Estos señalamientos no implican desestimar las medidas de cuidado y prevención, pero sí se apuntan a, por un lado, resaltar las terribles desigualdades que genera el sistema capitalista y las diferentes consecuencias que eso trae sobre los cuerpos de las personas; Y por otro lado resaltar la importancia de la organización de las y los de abajo, y el rol de los movimientos sociales.

En este contexto, son esos espacios los que continúan dando respuestas a las urgencias más básicas como la de sostener los comedores barriales organizando viandas y limpiando los lugares colectivos, a la vez que reclaman medidas al gobierno para aumentar los ingresos de las familias más humildes y afectadas por esta crisis sanitaria.